Intenta imaginar tu vida sin agua. Probablemente, no pasarías de los 15 minutos desde que te levantas: bebes agua del grifo, te lavas los dientes, tiras de la cadena, te duchas. Y eso sin contar el agua que no ves. El agua que hizo falta para cultivar el algodón de tu toalla, el café o el trigo de la tostada del desayuno.

Pese a las impactantes imágenes de los embalses vacíos, el grifo ha seguido corriendo en las ciudades y, en cuanto han llegado las primeras lluvias de invierno, parece que nos hemos olvidado de la sequía.

Pero la sequía no se irá. Para despertar de la amnesia colectiva, volemos hacia el sur, hasta Ciudad del Cabo, en Sudáfrica. Sus habitantes sobreviven con 50 litros diarios de agua (menos de lo que consume una lavadora) y están en vilo esperando el “Día Cero”, la fecha en la que se cerrarán los grifos de la ciudad por la catastrófica sequía: la fecha se adelantó en enero al 12 de abril, y tras unas afortunadas lluvias, se ha aplazado hasta el 11 de mayo.

Que una gran ciudad del mundo desarrollado se quede sin agua parecía impensable. Las advertencias científicas sobre las sequías extremas que traería el cambio climático sonaban a un problema del futuro, del mundo del 2050 o más allá. Pero Ciudad del Cabo nos demuestra que el futuro ya está aquí.

Basta un rápido vistazo a un mapa con la predicción de precipitaciones en Europa para ver el rojo de alarma en todos los países del Mediterráneo. Ya llueve menos y corre menos agua por nuestros ríos, pero la reducción de la lluvia llegará a niveles extremos (de hasta el 40% en verano) si no actuamos contra el cambio climático.

Si no queremos llegar a la situación de Ciudad del Cabo, tendremos que adaptarnos antes de que sea tarde. Y eso pasa por asumir que las sequías no son nada excepcional sino nuestra nueva realidad permanente, y que tendremos que reducir el consumo: en los hogares, en las ciudades, en la industria, y especialmente en la agricultura, que se bebe el 80% del agua en España.

Las viejas recetas para ampliar la oferta sin límites no servirán en la nueva realidad del cambio climático: si no hay agua, los trasvases o los embalses estarán secos por muchos que construyamos (aunque ya somos el 5º país del mundo en número de grandes presas). Y además de reducir el consumo, la otra receta para adaptarnos es cuidar los verdaderos depósitos y fuentes de agua, los ríos, acuíferos y humedales, que están en una situación pésima en nuestro país.

Y por encima de todo, tenemos que impulsar ya la acción contra el cambio climático. Cuanto más sigamos esperando, peores serán sus impactos y más intensas, extremas y prolongadas las sequías que vendrán.

Porque queremos cuidar el bien más escaso y valioso que tenemos, el 24 de marzo apagaremos la luz en la Hora del Planeta.

Conéctate ya al Planeta y Apaga la Luz el próximo 24 de Marzo entre las 20:30 y las 21:30

Hay muchas razones. Y tú, ¿por qué apagas?